HUNTERSVILLE — Los aleluyas resonaron desde los suelos de baldosas de St. Mark hasta el cielo, mientras 900 amigos, familiares y miembros del clero celebraban la ordenación de siete seminaristas como diáconos transitorios el 7 de junio, acercándolos un paso más hacia el sacerdocio.
El obispo Michael Martin, OFM Conv., presidió la Misa concelebrada por sacerdotes de la diócesis. Su mensaje para los recién ordenados: salir al mundo y mostrar públicamente su amor por Jesús —especialmente por los marginados— al convertirse en el rostro público de la Iglesia.
“No pierdan el momento”, les exhortó. “Están a punto de embarcarse en Su ministerio público llevado a cabo en siete hombres muy distintos. Pero un ministerio público al fin, y uno importante, donde hay grandes expectativas, pero con una gracia aún mayor. Sepan que el resto de su vida será muy, muy pública, pero también sepan que el resto de su vida, la gracia de Dios los inundará. Y si están abiertos, incluso un momento en la barra de una cafetería puede ser un momento de gracia. ¿Están listos para eso?”
Al igual que los 12 apóstoles de los que se habla en Hechos 6, que eligieron a siete entre ellos para salir y servir al mundo, estos siete seminaristas fueron escogidos por el Señor para compartir públicamente su amor por Cristo.
Robert Warren Bauman y Peter James Townsend, ambos de la parroquia St. Ann en Charlotte; Michael Patrick Camilleri, de la parroquia St. Elizabeth en Boone; John Warren Cuppett, de la parroquia St. Leo the Great en Winston-Salem; Maximilian Karl Frei, de la parroquia St. Dorothy en Lincolnton; Bryan Ilagor, de la parroquia Nuestra Señora de las Américas en Biscoe; y Michael James Lugo, de la parroquia Immaculate Conception en Forest City, recibieron su primera ordenación sacramental dentro del orden sagrado —el diaconado.
Los siete asisten al Seminario y Escuela de Teología Mount St. Mary en Cincinnati, Ohio. Seis de ellos formaron parte de las primeras clases del Seminario St. Joseph College en Mount Holly.
‘Que su corazón sea un libro abierto’
“Dios los llama a amarlo públicamente,” dijo el obispo Martin durante la homilía. “Y a cambio, no permitan que su corazón se desvíe. No dejen que este mundo les sugiera que Él no es suficiente para ustedes. Él es más que suficiente y llenará su corazón con la gracia de Su Sagrado Corazón.
“Confíen solo en Él y en Su amor, y dejen que el mundo lo vea. Que su corazón sea un libro abierto para el Pueblo de Dios, para que vean el amor de Cristo manifestado en ustedes.”
Luego, basándose en la lectura de los Hechos, el obispo recordó a los hombres que deben servir siempre al pueblo, especialmente a los marginados.
“La verdadera misión de las órdenes sagradas es mostrarle al mundo una visión de lo que es la Iglesia, y recordarnos continuamente que todos somos responsables los unos de los otros. Que la naturaleza de la Iglesia es comunitaria, y solo somos verdaderamente comunidad cuando cuidamos de los más descuidados, ya sean los no nacidos o los inmigrantes. Dondequiera que nos encontremos en este mundo, estamos llamados públicamente a dar testimonio de una Iglesia que mira hacia aquellos por los que nadie más se preocupa, a quienes el mundo ha descartado,” dijo. “La vida pública de las órdenes sagradas está a punto de ser la de ustedes.”
El obispo Martin continuó con el tercer y “más difícil” aspecto del orden sagrado: “La misión pública de Cristo lo llevó a la cruz. Mírenla. Véala. Abrácenla,” les dijo. “Están llamados a sacrificarse públicamente, a estar dispuestos a morir, y ¿dónde ocurre esa muerte? No en algún glorioso Calvario, sino en momentos individuales que vendrán a ustedes, donde deben morir a sí mismos, donde ya no se trata de su voluntad, su imagen o sus ideas, sino de algo más grande.”
Después de la homilía, los diáconos se arrodillaron ante el obispo y afirmaron sus intenciones de servir como diáconos. Luego se postraron en oración ante el altar, mientras todo el clero y la congregación rezaban la Letanía de la Súplica, invocando a los santos para pedir la bendición de Dios sobre ellos.
En silencio, el obispo Martin impuso las manos sobre la cabeza de cada uno y pronunció la oración de ordenación, consagrándolos como diáconos.
Cada nuevo diácono fue revestido por un miembro del clero que lo inspiró durante su camino vocacional. Los miembros del clero colocaron con reverencia la estola sobre sus hombros, simbolizando su nueva responsabilidad y autoridad para servir, y los revistieron con la dalmática que usarán durante las liturgias.
La Misa de ordenación fue una culminación emotiva de años de trabajo, estudio y formación espiritual para entregar toda su vida al Señor.
Después, el diácono Bauman dijo: “Cuando estaba acostado en el suelo, sentí la presencia general de todos los ángeles y santos que han estado orando por nosotros hasta este momento. Estaban allí de una manera especial, intercediendo por nosotros ahora. No solo orando como lo han hecho en los últimos años, sino orando por nosotros junto con el Cuerpo Místico de Cristo presente en la congregación. Fue una experiencia muy poderosa tener a todo el Cuerpo de Cristo en el cielo y en la Tierra orando para que seamos hombres santos de la Iglesia como diáconos.”
Los nuevos diáconos, revestidos con sus nuevas vestiduras, se acercaron lentamente al obispo para recibir el Libro de los Evangelios.
“Crean lo que leen, enseñen lo que creen y practiquen lo que enseñan,” les instruyó el obispo a cada uno.
‘Estamos en esto juntos’
Más temprano en su homilía, el obispo consoló a los recién ordenados:
“Mis hermanos, miren a estos sus hermanos diáconos, a sus hermanos sacerdotes y a su hermano obispo aquí,” dijo. “Les prometemos que no caminarán solos ese difícil desafío. No lo intenten. Es un callejón sin salida. Ustedes nos necesitan, y nosotros los necesitamos a ustedes. Estamos en esto juntos, dispuestos públicamente a morir a nosotros mismos por un objetivo mayor, un bien más grande, por la voluntad de Cristo.”
Con decenas de sacerdotes y diáconos presentes, el amor y la fraternidad del vínculo clerical se sintió en toda la congregación. Cada miembro del clero se acercó a los ordenados para darles la bienvenida con el Signo de la Paz.
Ahora los siete diáconos pueden proclamar el Evangelio en la Misa, predicar homilías cuando el sacerdote celebrante los invite, preparar el altar para la Eucaristía, distribuir la Sagrada Comunión, llevar el Viático a los moribundos y oficiar bautismos, bodas y funerales.
Kathy Schmugge, presente entre la gran multitud, presenció la ordenación de su sobrino, el diácono Frei. Su hermano, también sacerdote, estuvo presente, así como el hermano del nuevo diácono, Walter Frei, quien actualmente está en discernimiento vocacional en el Seminario St. Joseph College.
“Me pareció maravillosa la homilía del obispo, y pude notar que se estaba emocionando, porque estaba reflexionando sobre su propia ordenación y compromiso,” dijo. “Vi mucha emoción. Fue hermoso e inspirador, y les dio una gran misión. Les dio su hoja de ruta. Se podía sentir que el Espíritu Santo estaba allí. Cuando todos se levantaron del suelo, todos tenían una sonrisa de alegría en sus rostros.”
Los recién ordenados son llamados “diáconos transitorios” en lugar de “diáconos permanentes”, una distinción que refleja su intención de servir durante un año en preparación pastoral, litúrgica y educativa antes de ser ordenados sacerdotes. El diaconado es el primero de los tres grados del orden sagrado; los otros dos son el sacerdocio y el episcopado.
Mientras los hombres emprenden esta etapa del camino, el obispo Martin les aseguró:
“Que sepan cuán feliz está la Iglesia de Charlotte por cada uno de ustedes. Cuán orgullosos estamos y cómo nos comprometemos a apoyarles con nuestras oraciones, mientras dan testimonio público de lo que han sido llamados a realizar.”
— Lisa Geraci. Fotos de Troy C. Hull y Aidan Creter.
